Lunes 20 de abril, 2020
Hoy, el Centro de Convenciones Siglo XXI es una metáfora de los tiempos y las circunstancias que se viven en Yucatán.
Un espacio pensado originalmente para albergar encuentros empresariales y congresos de negocios se ha visto obligado a reconvertirse para funcionar como un centro hospitalario.
El lugar en el que muchas parejas yucatecas se casaron, donde decenas de generaciones universitarias se graduaron, donde se han cocinado asaltos institucionalizados al poder, tiene ahora instaladas y preparadas casi 500 camas para atender, en caso de ser necesario, a personas contagiadas con el COVID-19.
En el espacio en el que se escucharon las voces de José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska, Fernando del Paso y Cristina Rivera Garza, en el marco de la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán, resuenan ahora las voces de la urgencia de contingencia sanitaria y un gobierno local que insiste en estar un paso al frente de las circunstancias.
Algo de mística debe haber en esa zona de la ciudad. Porque en ese mismo código postal y polígonos inmobiliarios, se ubicaron las instalaciones de Cordemex para la fabricación de hilos y tapetes, a mediados del siglo pasado. En el lugar donde se gestó la época de mayor bonanza económica en la región, resulta casi obligado que se origine también una nueva forma de gobernar que nacerá de una crisis viral, de virus reales, no cibernéticos.
Ojalá y esta reconversión, producto de circunstancias extraordinarias, sirva para sentar las bases de gobiernos multifuncionales, flexibles y ágiles al momento de encarar los desafíos, más allá de ideologías y cajones políticos. Al parecer, así lo entiende Mauricio Vila. Esperemos que ese entendimiento se traduzca en más acciones concretas y consensuadas con la sociedad una vez pasada la tempestad sanitaria.
Es momento de que las construcciones, obras y acciones de gobierno no sólo reflejen las vocaciones productivas y económicas de un determinado periodo y, en cambio, comiencen a expresar simbólica y literalmente las intenciones de toda una sociedad y colectividad. Que todas las voces se escuchen y vean plasmadas en algo útil.
Tal vez va siendo hora de que algunos elefantes blancos en la entidad despierten de su letargo y se reconsideren los propósitos iniciales con los que fueron diseñados y erigidos. Toda obra que no funciona es caduca y, obligatoriamente, renovable.
La reconversión transitoria del Centro de Convenciones Siglo XXI bien puede marcar la pauta para que iniciativas como el Gran Museo del Mundo Maya evolucionen; sólo por mencionar una posibilidad, en centros de investigación, atención especializada o tecnológica. Ya es momento que decenas de terrenos baldíos se conviertan en parques comunitarios, una promesa tan vieja como la misma tierra maya. Hasta La Plancha requiere ser revisitada en el destino final de sus terrenos ferrocarrileros, un día sí y luego ya no.
El Centro de Convenciones Siglo XXI, con todas sus limitaciones, fue renovado para que pudiera extender su vida útil como el nodo del turismo de negocios en la península. Ahora, ha demostrado que tiene más vidas de las que nos imaginamos. La primera trinchera para proyectar la economía del estado es ahora la última línea de defensa hospitalaria.
Las construcciones emblemáticas, esas que forman parte de la cartografía, la memoria social, las postales que sobreviven y de las cuales verdaderamente se apropia la ciudadanía, son aquellas que cumplen con un propósito que –muchas veces– va más allá de su objetivo original.
De ese tamaño es la realidad que estamos viviendo y aplica también a nuestros distintos órdenes de gobierno. Los gobiernos que trasciendan serán los que puedan cumplir con propósitos más amplios que con los que llegaron al poder y supieron adaptarse y entender las necesidades de circunstancias cambiantes; para no convertirse en elefantes sin utilidad para la sociedad que los llevó al poder.
*El papel arde a los 233 grados centígrados, tal como lo hace en la inmortal novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451.
Comments