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Foto del escritorUlises Carrillo

El amor no acaba

Actualizado: 29 sept 2021


De la trayectoria vital y profesional de José José se ha escrito y, seguramente, se seguirá escribiendo, largo y tendido. Aún la nave del olvido no ha partido, ni zarpará pronto. Sobre su vida bohemia, amorosa y noctámbula, que anduvo por ahí de bar en bar, hay crónicas, libros, películas y hasta series en plataformas de video. De su obra y legado existen numerosas anécdotas, leyendas e incluso circula en redes sociales esa prueba fehaciente -en forma de memes para cualquier ocasión- que constata que su legado ya forma parte de la cultura popular.


Sus melodías se escuchan en las cantinas más rupestres y en las fiestas más elegantes. En un México polarizado como en el que hoy vivimos, uno de los pocos puntos de encuentro es que tanto chairos como fifís, gavilanes o palomas, hombres y mujeres de 80 años, 65, 40 y 20 sin importar lo que diga la gente, se han emborrachado con sus canciones como música de fondo o himno fraternal.


Él recibió las llaves de las ciudades más importantes, que después perdió en algún bolsillo roto para quedar preso en la cárcel de unos besos. Llenó los escenarios más emblemáticos a nivel mundial y fue nominado a los más sonados premios internacionales. Su música se escuchaba en toda América, Europa, Medio y Lejano Oriente. Todo se lo ganó a pulso, aunque posteriormente lo derrochó por impulso, bajo el pretexto que Uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser. En verdad, se necesita mucha confianza en el talento propio, en lo que uno puede y va a lograr, para adoptar como mote artístico el nombre más común de todo México: José. ¡Y no sólo una, sino dos veces! José José. Ruiseñor reiterativo, quién puede ser si es que no es él. Y aunque la historia demuestra que acertó con la elección de su nombre artístico, el procesador de textos inclusive nos señala error cuando lo escribimos junto.


Sus canciones de amor se escribieron para la eternidad. Y claro que se podría escribir un compendio de recetas para afrontar los desengaños con fragmentos de sus letras. Cuántos y cuántas de nosotros no hemos dicho: Me basta con un poco de tu amor. Cuántos peregrinos y peregrinas en las relaciones de pareja no hemos reflexionado: Es que todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar. Cuántos no hemos ido por la vida cabalgando día y noche, sintiéndonos soñador y Quijote, en la búsqueda de molinos de viento y utopías aún a sabiendas de que lo que un día fue, no será. Cuántas y cuántos de nosotros no nos hemos despedido con un simple y lapidario: Yo que fui volcán, soy un volcán apagado. Que levante la mano quien no se haya levantado con un: Buenos días, amor, amor, amor, qué tiene tu cara.


De sus manos aprendimos a beber agua, un agua que no era otra cosa que su voz. Y ahora que nos deja, tendremos que ser capaces de volver a sentir, pero Lo dudo. Así, pido un aplauso.


José José, a ti que nos enseñaste a entender que ya lo pasado, pasado; es momento de decirte: Anda y ve, vete a volar a otros cielos. Y sí, qué triste luce todo sin ti; es cierto, hoy todo es soledad, hoy estamos tristes porque el tiempo tiene grietas, porque grietas tiene el alma.


Y aunque nos dijiste que el sentimiento es humo y ceniza la palabra, tus canciones no serán cenizas, no nos dará amnesia de ti, no serás lenguaje mudo de una pena: al contrario, tus canciones siempre serán la callada voz de tu tristeza, la expresión mojada de tu alma.


Ya conocemos tus defectos, sabemos que anduviste con éste y con aquel, con ésta y con aquella, con esto y con aquello, así que déjanos parafrasearte. Juramos por Dios que te vamos a llorar con una sonrisa en la cara, por lo que fue tu vida y por tus virtudes musicales simplemente grandiosas. Vete sin celos, porque cuando cantemos tus canciones, cuando vayamos por la vida -contigo y tu voz- no voltearemos a ver a nadie más, no te haremos ningún desaire.


Aunque ya no estés con nosotros, en más de una Almohada seguirás vigente, porque talento como el tuyo no hay dos en la vida.


Salud, Príncipe.

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