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Foto del escritorUlises Carrillo

De Asia y hacia las mujeres

Siete directoras compitiendo y una de ellas ganó el más importante de los premios



El Festival de Cine de Cannes ha terminado y el saldo es muy interesante. Es Asia, desde Turquía hasta Japón, quien se lleva la mayoría de los premios y reconocimientos. Es notable que el continente que más pesa en población empieza a recuperar el peso civilizatorio que tuvo por siglos y que en algún punto del siglo XVIII empezó a desdibujarse.


Asia, con su estética, su asalto frontal a los retos del consumismo, la crítica naciente al individualismo extremo, la reformulación a las expresiones convencionales del amor y las preguntas esenciales sobre quiénes somos y a dónde vamos empieza a dejar huella firme en la narrativa cinematográfica. Que Asia sea la cuna de las preguntas importantes no es nada nuevo, desde Cristo y Buda hasta Confucio y Kitarō Nishida, Asia está en el corazón de los debates humanos. Bienvenido ese continente al lugar que ocupó por milenios y que perdió durante el colonialismo.


El segundo gran saldo de Cannes son las mujeres. Siete directoras compitiendo y una de ellas ganó el más importante de los premios. Un Festival que ha sido luces y sombras en todo, incluido el respeto a la mujer, su relación conflictiva con el nuevo feminismo y a veces su enfrentamiento total con las modernas luchas de reivindicación de género, decide dar un paso en el sentido correcto, por mérito y por voluntad. Francia que siempre ha prestado máscaras de sofisticación a la misoginia y a cierto machismo, esta vez decidió probar nuevas y mejores rutas.


Del cine moderno nos quedan muchos sabores. Las películas y sus propuestas estéticas son tan diversas que uno no sabe si las películas corresponden a la misma época o realidad. Esa es una sensación que queda cuando en la misma pantalla se puede ver Asteroid City oRapito, cuando el cine presenta narrativas en formato convencional y luego historias convencionales en formatos disruptivos. El cine, como el mundo, está viviendo en distintas eras y con distintas estéticas, no parece uno solo, ni queremos que lo sea.


Uno sí alcanza a detectar que estamos en un punto de quiebre, no sabemos si para bien o para mal, pero una era está por morir. Nos lo dicen los trajes de etiqueta y de gala, especialmente los masculinos. No son los trajes de etiqueta “uniformadores” de antes. Es obvio que ya nadie los usa, que nadie trae uno de su talla, que a nadie le quedan bien, que los moños están desalineados, que los sacos no comparten característica alguna. Sin embargo, se insiste en exigir su uso. Es Cannes, son los famosos y uno no deja de sentirse en una fiesta de prepa en la que todo mundo viene incómodo en ropa prestada. Esos son los restos de obsolescencia que este festival hace visibles. Soplan vientos de cambio, los desgarbados atuendos lo anuncian.


Mientras tanto, el cine no deja de asombrarnos con sus contradicciones. Una mujer gana el premio más importante y utiliza la tribuna para denunciar el supuesto neoliberalismo Francés, para invocar las luchas de la sociedad y, dicho lo anterior, vámonos todos a celebrar con champán, a buscar contratos de cientos de miles de euros y las fotos de jet set. El foro del elitismo no puede dejar de buscar la capa de una legitimidad social que se estrella como las olas del mar de la Riviera Francesa contra la roca en el inicio de la carpeta roja.


“Para despertar primero hay que estar dormido”, esa es la frase que describe el Festival de Cine de Cannes 2023. Un festival que nos deja con el sabor de un cine convencional que está despertando con Asia y la inclusión de las mujeres. Todavía estamos en la alborada y con la vista borrosa, consumiendo películas de héroes, superhéroes y comics con universos paralelos, secuelas y precuelas. Para todos es obvio que el cine ha estado dormido y soñando incoherencias en las últimas décadas, con entregas que repiten las mismas películas de hace 20 años; sin embargo, ahí está el potencial de despertar. No nos quejemos de dormir, sin esa modorra, no podríamos despertar.


Ulises Carrillo Cabrera y Ana Brun

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